No, yo no quisiera ser lar flor de Loto
que se yergue espléndida,
hermosa (con el definitivo triunfo conseguido),
¡y hasta divina y perfecta!,
mirando abajo y sostenida
por el cieno, sobre el fango y sobre el lodo
y aguas turbias, feas y humilladas,
sucias y opacas con temor a ser espejo
de sí mismas y morirse de asco,
de temor y de vergüenza,
sin poder reírse de sí mismas,
tener dentro de sí el propio don
de la victoria, la asepsia, la belleza,
y lo que codician los más nobles,
que es la impecabilidad y la pureza;
y ser tan sólo sostén de podredumbre y miseria,
de todo lo que anhelan y soportan
sobre los hombros, y les reduce la cabeza,
triste tiesto y pobre pobreza,
de esa flor de escarcha, diamantes y realeza
que es la perfección y la belleza... ¡LA BELLEZA!
Lo soy, pero no tengo la vocación
de ser paria, carne mancillada,
mente pobre y alma resignada y dócil
de tanto caos, defectos,
vileza y bajeza, deshonrada por el mundo
y aplastada por una malvada
e imperativa substancia y esencia,
jamás deseada y nunca elegida
por el aliento que me habita
y que considero mi realidad
y que desease que fuese
mi auténtica verdad unida e igual
a la de todo lo que existe,
a la de toda la existencia.
¡No, yo tampoco acepto dios y amos,
amo y dioses, jerarcas y jerarquías
sin piedad ni misericordia,
tal que todo fuese o sea
peldaños de una escalera,
donde la más baja es la más sucia,
la que soporta más peso
y ni siquiera vislumbra ni conoce,
ni imagina ese presunto cielo
que recibe a los bendecidos
al final de la escalera.
No, y por eso, (como el magno e ingente Aute,
artista y creador sublime,
que hace tan poco tiempo
se marchó de esta triste Tierra),
"no concibo otra manera de seguir en la trinchera
con un beso por fusil";
sin seguir en la trinchera
disparando besos en versos
de todo tipo y esencia:
de amor brutal y enorme,
de ira, rabia y tristeza,
de inconformismo y rebeldía,
de dulce revolución e inagotable utopía.
de soledad y silencio, de ruido en mi cabeza,
de desgarro y de fiereza,
que me alivian la agonía,
me permiten de dulzura y amor en algún poema,
y un lacónico regreso a la paz,
tristes alegrías y alegrías tristes,
algún brindis, un cigarro,
ciertas sonrisas y calmas,
"bienestares fugaces",
algunos besos y abrazos,
para volver a la guerra,
y al final de los finales,
pero al final de los finales,
ser lo que más me colma
me maravilla y alivia,
que es ser poeta (por muy mediocre que sea),
aunque el poeta sea un sapo,
la poesía es la reina;
Como dijo el mago Bécquer,
siempre habrá poesía
aunque no haya poetas.
No, yo no quiero ser flor de Loto,
quiero ser un clavel rojo con espinas
apretado entre las manos,
absolutamente con todas mis fuerzas,
clavándose bien hondas
y brotando sangre rosada
de las palmas y las manos,
y tatuarlas en un papel
donde la poesía es la reina.
Y si no, déjenme ser una amapola sola
en un arenal y entre algunas
pocas, raras y humildes hierbas,
mi harén de esposas y hermanas,
y yo poesía muy humilde,
leve, sutil, débil y ligera...
reinando entre las arenas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario