Me casé con las lágrimas
donde ya no quedaban, que ya no quedaban,
y el vestido de novio fueron los harapos
que le quedaban al llanto contenido,
al llanto que ya no podía llorar.
El altar era la amenaza del patíbulo,
tenía forma de patíbulo,
y la imagen divina adorada
en el centro de la ermita,
eran la sombra y el borrón
de un hacha y el verdugo.
El dolor que vive en mí soy todo yo,
y la intensidad... ¡y la intensidad...!
El dolor que me inyectaron,
la hiel que me abarcó y me cubrió,
y el sufrimiento que soy...
¡el sufrimiento que soy...
soy todo yo!
Se me infringió y me resigné
a todo el sufrimiento permitido...
pero infinita y eternamente más y mayor del permisible.
Y la novia iba vestida de poesía,
y jamás se ha quitado el vestido.
El sufrimiento fue mi madre, mi padre,
y es mi novia, mi esposa, mis hijos,
mi hermano, mi padrino,
mi madrina, mi único amigo/a.
Cuando tenía catorce años decía
que "el buen arte lo hacen los que sufren",
pero era una mentira o una verdad parcial,
porque sólo admite una cantidad...
una cantidad colosal, pero está claro
que mucho menor que la que ata mis manos.
Yo necesitaba escribir
la poesía más triste del mundo,
pero ya la escribí cuando era adolescente,
¡y la perdí!
Y no puedo acordarme de ella,
sólo recuerdo que me vi en el espejo de la verdad,
y sentí tanta pena y lástima por mí mismo...
¡ma tanta tanta...!
y me sorprendí tantísimo
de que nadie hubiera podido sangrar aquella poesía,
y sin embargo la había escrito alguien...
¡Y ese nadie había sido yo!
Esto no es una poesía,
en la poesía las lágrimas
se convierten y disfrazan de perlas.
¡Está claro que este dolor abortó en su metamorfosis!
el fracaso es rotundo,
pero no me importa,
yo sólo escribo para mí mismo siempre,
Aunque cuando las musas me asaltan,
"no mostrarlo es pecado" (1)
Hoy no puedo cometer ningún pecado.
¡Encerraré estas palabras en la hucha de los fracasos!
¡Yo soy esa hucha!
(1) Oswaldo Mejía (artista global)
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