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miércoles, 13 de octubre de 2021
jueves, 21 de enero de 2021
DICHA Y GLORIA
Tal vez,
Gloria,
jamás
existió, jamás se dio,
nunca
se creó más grande amor
ni
mejor, tan dichoso,
tan
denso y sutil,
tan
pacífico y extenso
y tan
sublime dolor,
tan
extensa herida
y un
sufrimiento tan febril,
lleno
de frenesí y absoluta satisfacción,
como este
rayo
que
todo nos abarca,
y que
nos une a los dos,
al
saber que nos queremos,
que nos
amamos tan selvática,
tan
místicamente,
tan
omnipotentemente,
y que
está en nosotros
tan
salvajemente
y tan
dulcemente atado
mi
corazón al tuyo,
y tu
corazón a mi corazón;
¿he
dicho corazón?,
no,
pues no, los corazones,
los
cuerpos, los intelectos,
y las
mentes más inmensas
¡son
tan pequeños
para
abarcar esta unión
en la
distancia,
pero
sin distancia alguna,
entre
tu espíritu y mi alma,
ente mi
alma y tu espíritu,
entre
lo que tú eres
y lo
que yo soy!
No hay
cabida ni hay espacio,
sabemos
que nos amamos
ciertamente
y sin error,
no es
un sueño de dos niños,
no es
quimera
tantas
veces escrita
entre
la princesa más bella,
entre
la reina más sabia
y el
poeta más perdido,
que al
saberse por ti
tan
amado y tan querido,
por
primera y definitiva,
y
eternamente se encontró,
en un
amor perfecto
para
emborrachar
este
único corazón,
esta
única herida,
tan
suave y tan tibia,
de
color de rosa pintada
por
sangre que compartimos,
tan
llena de satisfacción,
que nos
mezcla y que nos nutre,
y que
es una sola sangre,
con
olor a pétalos de rosa,
tal
cual y de única forma,
y de la
mejor manera
la
sangre de nuestro amor,
como
los místicos se unen
sin
querer y sin saber,
toda
ciencia trascendiendo,
a la
mirada de Dios.
Te debo
una canción
y un
cuerpo a cuerpo,
mojada
y mojados
de
lágrimas mil,
un
número sin fin de besos,
y
también de versos,
un
millón, todos los versos
del
mundo que conviertan
en
poesía tan brillante,
blanca
y pura que nos desposen
con el
océano entre nosotros,
cada
cuerpo en una orilla,
y en
cada verso el beso,
ese tan
dulce y primero,
suspirando
de pasión,
blanco
entre tus labios rojos
y tu
vestido de nieve
y mi
traje nevado e incólume
por las
canas de mis sienes
y la
claridad que hay
en
nuestras almas,
esa luz
blanca e inagotable
con la
que alimentamos el sol,
y la
brisa que eriza el cabello
en tu
orilla, y que llega
hasta
la mía con el olor
del mar
y su sal
glorificando,
mi Gloria,
esta
unión de nuestros espíritus
que nos
regala el cielo,
en el
que por siempre seguirá
viviendo
y reinando,
de
forma total y pura,
la más
bella de las formas
de amar
sin condición ni límites,
como
nos amamos tú y yo,
de
manera tan serena,
como tú
dices, "en demasía",
con
tanta firmeza y con dolor,
trascendiendo
el sufrimiento,
al
tatuar en tu piel esta canción,
esta
poesía que se avergüenza,
de no
alcanzar tanto mérito,
como el
valor desmedido
del
amor que nos tenemos,
mientras
los dos al unísono,
la
rezamos a viva voz,
y con una
voz sola,
tuya y
mía, de los dos,
la voz
que se levanta,
que se
yergue y surca
el
azul del mar y el cielo
de dos
amantes pletóricos,
que con
tanta dicha transmutan
el amor
que nos une,
para
siempre y con firmeza
nuestro
ser en uno solo;
¡bendito
sea nuestro dolor,
nuestra
paz y nuestro anhelo,
bendito
nuestro sufrimiento,
bendito
sea para siempre
el amor
de la Reina Maya
y del
que escribe estos tus versos,
que
siempre anheló
y que
esta noche
por un
milagro del cielo,
y de
una sola musa
que
eres tú, creó
la
oración de nuestro amor.
¡Dios te bendiga virgencita,
te amo,
Gloria, te amo,
y esta
ha sido tu poesía,
mi
canción,
y
nuestra oración!
Tú
poeta, el que escribe
sobre
tu piel,
Ángel,
sí, tu
Ángel,
el
ángel que así te adora
a ti,
Gloria,
¡a
ti,
mi
Diosa,
que me
regalas y me permites
ser en
tu corazón tu Dios!