ALMA ERRANTE QUE VAGA, YERRA...
¡Me duele el alma, compañero...!
Tanto me duele, pero tanto, tanto...
que se ha marchado, ha huido
a un valle de lágrimas
y de sepulcros un cementerio;
a recoger corazones,
mentes y cuerpos,
y vaga y yerra,
perdida, ciega y sorda,
desorientada, desesperada,
sin templo ni reino,
ni nicho ni cueva,
ni hoyo ni agujero,
ni mundo ni lágrimas,
ni corazón, ni mente,
ni cuerpo de asilo,
albergue frío
para este día y esta noche;
sin tener abiertas puertas,
ni sitio, mesa,
ni silla, ni
lecho,
en el
más hiperbólico,
exagerado
y total,
absoluto
y extremo
punto
final
de un
inconcebible e ignoto infierno.
¡Me
duele tanto el alma, compañeros...!
que su
horrible dolor
quemó,
incineró
y
extinguió mi corazón,
mi
mente y mi cuerpo;
mi
cuerpo con fuego
de la
fragua de Vulcano;
mi
mente con ácido
implacable
y sádico,
y mi
corazón con un frío
cortante
y mucho más helado
que el
hielo cósmico
del
confín y el polo,
el
rincón inhóspito,
escondido,
cerrado y extremo
y
desconocido del universo.
Y yerra
errática,
sin
vista ni oídos,
ni
tacto ni olfato,
ni
gusto posible,
para
encontrarse a sí misma
y
aferrarse a algo
que sea
diferente
de la
angustia,
la pena
y el sufrimiento.
Huyó, se marchó tan lejos,
más lejos que lejos,
a buscar un cuerpo,
un corazón y una mente adoptantes,
en un mundo extraño,
incognoscible e imposible
de otro universo.
Me duele, amigos...
mamá, papá, hermanos,
hijas, abuelas, vecinos
y bienamados todos los seres
sintientes y no sintientes
de este mundo.
Y no volverá, no regresará
más, nunca más,
ni habitará ningún lugar;
será en sí misma un mundo,
un lugar, un pensamiento
y un sentimiento
condenados a ser
el más triste y extremo,
solo e ignoto
de todos los infiernos.
Tanto me dolía
que se perdió y se abandonó
a sí misma, huyendo sin encontrar
ni la extinción ni el ser,
ni el espacio ni el lugar,
ni el inverno, ni el tiempo;
y permanecerá sin ser más que el
dolor,
la angustia y la pena,
la tristeza y la desesperación
de quien soy y ya no soy yo,
un ser ajeno a su cuerpo,
a su mente y a su corazón.
Aquella alma huérfana,
se fue, se marchó
y no volverá jamás.
Dios me dijo
que
tenía mucho dolor,
aquellos que fuisteis
todos y tantos, compañeros,
la tarde de los versos más tristes
jamás escritos.
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