miércoles, 14 de septiembre de 2022

La noche está llena

de esperma negro

en el negro útero,

y en los nichos negros

de negras calaveras

deshechas en polvo

que el frío congela.

La luz se murió; 

el día no existe,

no conozco la luz,

sólo tengo mucha hambre,

dolor, sufrimiento,

náuseas, vómitos,

cieno insoportable apestoso,

mentiras y odio,

crueldad y miseria;

seres satánicos,

Illuminatis y guerras,

cabezas de cabrones,

fuego negro helado 

en el corazón de La Tierra,

rodeada de polvo,

de polvo gris de fuego,

que huye muy lejos

a la deriva perdido,

hijo de una guerra atómica,

en el ciclo absurdo 

de nacimientos y muertes,

que generan tanto los tristes inviernos 

como las violentas primaveras.

Sólo quedan espíritus demoníacos,

jamás hubo ángeles

ni santos, ni dioses buenos

ni arcángeles, ni guías,

sólo bestias negras de ojos muy rojos,

y pupilas amarillas,

cortando verticales

miradas de odio,

rencores y envidias,

malicia y sadismo

sin medida ni límite,

sin piedad un sólo instante

de la historia grotesca

del pequeñísimo universo

y este asqueroso astro

donde la vida ruin 

se alimenta matando
 
la vida que genera muerte,

sinsentido y mierda.

¡Muérase la muerte,

muérase la vida,

muérase el finito universo,

desaparézcase La Tierra!

Muérase la farsa,

muera mi dolor

muera Dios, ¡no, que viva!

¡Qué viva él solo,

solo eternamente,

creando el sufrimiento

dentro de sí mismo,

no alrededor,

cobijado cobarde
 
de su monstruosa creación!

Por piedad y amor,

sólo os deseo muerte eterna

y eterna paz a todos los hijos

que engendró este miserable Dios.

¡Y muera, muera, muera,

muérame por siempre yo,

extíngase mi ser,

reine la nada de la nada,

encuentre paz eterna

en un idílico sueño eterno

este poeta proscrito,

maldecido y solo,

para siempre ya

libre de toda vida,

de toda existencia,

de todo pensamiento,

de  todo sentimiento,

de toda sensación.

¡Que vivan los dioses,

qué vivan ellos solos,

en soledad eterna e infinita

y que paguen todos sus pecados,

todas sus maldades,

viviendo todo el dolor 

que han engendrado

en cada micra e instante

de su malvada creación.

Muérase conmigo

quién quiera morirse,

en paz y para siempre,

de toda vida,

de toda existencia,

de todo pensamiento,

de toda sensación,

¡y muera, muera, muera

infinita y eternamente

muérame yo!

Me casé con las lágrimas 

donde ya no quedaban, que ya no quedaban,

y el vestido de novio fueron los harapos

que le quedaban al llanto contenido,

al llanto que ya no podía llorar.

El altar era la amenaza del patíbulo,

tenía forma de patíbulo,

y la imagen divina adorada

en el centro de la ermita,

eran la sombra y el borrón

de un hacha y el verdugo.

El dolor que vive en mí soy todo yo,

y la intensidad... ¡y la intensidad...!

El dolor que me inyectaron,

la hiel que me abarcó y me cubrió,

y el sufrimiento que soy... 

¡el sufrimiento que soy...

soy todo yo!

Se me infringió y me resigné 

a todo el sufrimiento permitido...

pero infinita y eternamente más y  mayor del permisible.

Y la novia iba vestida de poesía,

y jamás se ha quitado el vestido.

El sufrimiento fue mi madre, mi padre,

y es mi novia, mi esposa, mis hijos,

mi hermano, mi padrino,

mi madrina, mi único amigo/a.

Cuando tenía catorce años decía

que "el buen arte lo hacen los que sufren",

pero era una mentira o una verdad parcial,

porque sólo admite una cantidad...

una cantidad colosal, pero está claro

que mucho menor que la que ata mis manos.

Yo necesitaba escribir
 
la poesía más triste del mundo,

pero ya la escribí cuando era adolescente,

¡y la perdí!

Y no puedo acordarme de ella,

sólo recuerdo que me vi en el espejo de la verdad,

y sentí tanta pena y lástima por mí mismo...

¡ma tanta tanta...!

y me sorprendí tantísimo

de  que nadie hubiera podido sangrar aquella poesía,

y sin embargo la había escrito alguien... 

¡Y ese nadie había sido yo!

Esto no es una poesía,

en la poesía las lágrimas
 
se convierten y disfrazan de perlas.

¡Está claro que este dolor abortó en su metamorfosis!

el fracaso es rotundo,

pero no me importa,

yo sólo escribo para mí mismo siempre,

Aunque cuando las musas me asaltan,

"no mostrarlo es pecado" (1)

Hoy no puedo cometer ningún pecado.

¡Encerraré estas palabras en la hucha de los fracasos!

¡Yo soy esa hucha!

 (1) Oswaldo Mejía (artista global)

viernes, 3 de junio de 2022

EL DUELO

No, yo no quisiera ser lar flor de Loto

que se yergue espléndida,

hermosa (con el definitivo triunfo conseguido),

¡y hasta divina y perfecta!,

mirando abajo y sostenida

por el cieno, sobre el fango y sobre el lodo

y aguas turbias, feas y humilladas,

sucias y opacas con temor a ser espejo

de sí mismas y morirse de asco,

de temor y de vergüenza,

sin poder reírse de sí mismas,

tener dentro de sí el propio don

de la victoria, la asepsia, la belleza,

y lo que codician los más nobles,

que es la impecabilidad y la pureza;

y ser tan sólo sostén de podredumbre y miseria,

de todo lo que anhelan y soportan

sobre los hombros, y les reduce la cabeza,

triste tiesto y pobre pobreza,

de esa flor de escarcha, diamantes y realeza

que es la perfección y la belleza... ¡LA BELLEZA!

Lo soy, pero no tengo la vocación

de ser paria, carne mancillada,

mente pobre y alma resignada y dócil

de tanto caos, defectos, 

vileza y bajeza, deshonrada por el mundo

y aplastada por una malvada

e imperativa substancia y esencia,

jamás deseada y nunca elegida

por el aliento que me habita

y que considero mi realidad

y que desease que fuese

mi auténtica verdad unida e igual

a la de todo lo que existe,

a la de toda la existencia.

¡No, yo tampoco acepto dios y amos,

amo y dioses, jerarcas y jerarquías

sin piedad ni misericordia,

tal que todo fuese o sea 

peldaños de una escalera,

donde la más baja es la más sucia,

la que soporta más peso

y ni siquiera vislumbra ni conoce,

ni imagina ese presunto cielo

que recibe a los bendecidos

al final de la escalera.

No, y por eso, (como el magno e ingente Aute,

artista y creador sublime, 

que hace tan poco tiempo

se marchó de esta triste Tierra),

"no concibo otra manera de seguir en la trinchera

con un beso por fusil";

sin seguir en la trinchera

disparando besos en versos

de todo tipo y esencia:

de amor brutal y enorme,

de ira, rabia y tristeza,

de inconformismo y rebeldía,

de dulce revolución e inagotable utopía.

de soledad y silencio, de ruido en mi cabeza,

de desgarro y de fiereza,

que me alivian la agonía,

me permiten de dulzura y amor en algún poema,

y un lacónico regreso a la paz,

tristes alegrías y alegrías tristes,

algún brindis, un cigarro,

ciertas sonrisas y calmas,

"bienestares fugaces",

algunos besos y abrazos, 

para volver a la guerra,

y al final de los finales,

pero al final de los finales,

ser lo que más me colma

me maravilla y alivia,

que es ser poeta (por muy mediocre que sea),

aunque el poeta sea un sapo,

la poesía es la reina;

Como dijo el mago Bécquer,

siempre habrá poesía

aunque no haya poetas.

No, yo no quiero ser flor de Loto,

quiero ser un clavel rojo con espinas

apretado entre las manos,

absolutamente con todas mis fuerzas,

clavándose bien hondas

y brotando sangre rosada

de las palmas y las manos,

y tatuarlas en un papel

donde la poesía es la reina.

Y si no, déjenme ser una amapola sola

en un arenal y entre algunas

pocas, raras y humildes hierbas,

mi harén de esposas y hermanas,

y yo poesía muy humilde,

leve, sutil, débil y ligera...

reinando entre las arenas.






jueves, 21 de enero de 2021

 

DICHA Y GLORIA

 

Tal vez, Gloria,

jamás existió, jamás se dio,

nunca se creó más grande amor

ni mejor, tan dichoso,

tan denso y sutil,

tan pacífico y extenso

y tan sublime dolor,

tan extensa herida

y un sufrimiento tan febril, 

lleno de frenesí y absoluta satisfacción,

como este rayo

que  todo nos abarca,

y que nos une a los dos,

al saber que nos queremos,

que nos amamos tan selvática,

tan místicamente, 

tan omnipotentemente,

y que está en nosotros

tan salvajemente

y tan dulcemente atado

mi corazón al tuyo,

y tu corazón a mi corazón;

¿he dicho corazón?,

no, pues no, los corazones,

los cuerpos,  los intelectos, 

y las mentes más inmensas

¡son tan pequeños 

para abarcar esta unión

en la distancia,

pero sin distancia alguna,

entre tu espíritu y mi alma,

ente mi alma y tu espíritu,

entre lo que tú eres 

y lo que yo soy!

No hay cabida ni hay espacio,

sabemos que nos amamos

ciertamente y sin error,

no es un sueño de dos niños,

no es quimera

tantas veces escrita

entre la princesa más bella,

entre la reina más sabia

y el poeta más perdido,

que al saberse por ti 

tan amado y tan querido,

por primera y definitiva, 

y eternamente se encontró,

en un amor perfecto

para emborrachar

este único corazón,

esta única herida,

tan suave y tan tibia,

de color de rosa pintada

por sangre que compartimos,

tan llena de satisfacción,

que nos mezcla y que nos nutre,

y que es una sola sangre,

con olor a pétalos de rosa,

tal cual y de única forma,

y de la mejor manera

la sangre de nuestro amor, 

como los místicos se unen

sin querer y sin saber,

toda ciencia trascendiendo,

a la mirada de Dios.

Te debo una canción

y un cuerpo a cuerpo,

mojada y mojados

de lágrimas mil,

un número sin fin de besos,

y también de versos,

un millón, todos los versos

del mundo que conviertan

en poesía tan brillante,

blanca y pura que nos desposen

con el océano entre nosotros,

cada cuerpo en una orilla,

y en cada verso el beso,

ese tan dulce y primero,

suspirando de pasión,

blanco entre tus labios rojos

y tu vestido de nieve

y mi traje nevado e incólume

por las canas de mis sienes

y la claridad que hay

en nuestras almas,

esa luz blanca e inagotable

con la que alimentamos el sol,

y la brisa que eriza el cabello

en tu orilla, y que llega 

hasta la mía con el olor

del mar y su sal

glorificando, mi Gloria,

esta unión de nuestros espíritus

que nos regala el cielo,

en el que por siempre seguirá

viviendo y reinando,

de forma total y pura,

la más bella de las formas

de amar sin condición ni límites,

como nos amamos tú y yo,

de manera tan serena,

como tú dices, "en demasía",

con tanta firmeza y con dolor,

trascendiendo el sufrimiento, 

al tatuar en tu piel esta canción,

esta poesía que se avergüenza,

de no alcanzar tanto mérito,

como el valor desmedido

del amor que nos tenemos,

mientras los dos al unísono,

la rezamos a viva voz,

y con una voz sola,

tuya y mía, de los dos,

la voz que se levanta,

que se yergue y surca

el azul del mar y el cielo

de dos amantes pletóricos,

que con tanta dicha transmutan

el amor que nos une, 

para siempre y con firmeza

nuestro ser en uno solo;

¡bendito sea nuestro dolor,

nuestra paz y nuestro anhelo,

bendito nuestro sufrimiento,

bendito sea para siempre

el amor de la Reina Maya

y del que escribe estos tus versos,

que siempre anheló

y que esta noche

por un milagro del cielo,

y de una sola musa

que eres tú, creó

la oración de nuestro amor.




¡Dios te bendiga virgencita,

te amo, Gloria, te amo,

y esta ha sido tu poesía,

mi canción,

y nuestra oración!

 

Tú poeta, el que escribe

sobre tu piel,

Ángel,

sí, tu Ángel,

el ángel que así te adora

a ti, Gloria,

¡a ti, 

mi Diosa, 

 

que me regalas y me permites

ser en tu corazón tu Dios!