domingo, 13 de septiembre de 2015



ALMA  ERRANTE QUE VAGA, YERRA...  

¡Me duele el alma, compañero...!
Tanto me duele, pero tanto, tanto... 
que se ha marchado, ha huido
a un valle de lágrimas
y de sepulcros un cementerio;
a recoger corazones, 
mentes y cuerpos,
y vaga y yerra,
perdida, ciega y sorda, 
desorientada, desesperada,
sin templo ni reino, 
ni nicho ni cueva,
ni hoyo ni agujero,
ni mundo ni lágrimas,
ni corazón, ni mente,
ni cuerpo de asilo,
albergue frío
para este día y esta noche;
sin tener abiertas puertas,
ni sitio, mesa, 
ni silla, ni lecho,
en el más hiperbólico,
exagerado y total,
absoluto y extremo
punto final
de un inconcebible e ignoto infierno.
¡Me duele tanto el alma, compañeros...! 
que su horrible dolor
quemó, incineró 
y extinguió mi corazón,
mi mente y mi cuerpo;
mi cuerpo con fuego
de la fragua de Vulcano; 
mi mente con ácido
implacable y sádico,
y mi corazón con un frío
cortante y mucho más helado
que el hielo cósmico
del confín y el polo,
el rincón inhóspito,
escondido, cerrado y extremo
y desconocido del universo.
Y yerra errática,
sin vista ni oídos,
ni tacto ni olfato,
ni gusto posible,
para encontrarse a sí misma
y aferrarse a algo
que sea diferente
de la angustia,
la pena y el sufrimiento.
Huyó, se marchó tan lejos,
más lejos que lejos,
a buscar un cuerpo,
un corazón y una mente adoptantes,
en un mundo extraño,
incognoscible e imposible
de otro universo. 
Me duele, amigos...
mamá, papá, hermanos,
hijas, abuelas, vecinos
y bienamados todos los seres
sintientes y no sintientes
de este mundo.
Y no volverá, no regresará
más, nunca más,
ni habitará ningún lugar; 
será en sí misma un mundo,
un lugar, un pensamiento
y un sentimiento
condenados a ser
el más triste y extremo,
solo e ignoto
de todos los infiernos.
Tanto me dolía
que se perdió y se abandonó
a sí misma, huyendo sin encontrar
ni la extinción ni el ser,
ni el espacio ni el lugar,
ni el inverno, ni el tiempo;
y permanecerá sin ser más que el dolor,
la angustia y la pena,
la tristeza y la desesperación
de quien soy y ya no soy yo,
un ser ajeno a su cuerpo,
a su mente y a su corazón.
Aquella alma huérfana,
se fue, se marchó
y no volverá jamás.
Dios me dijo
que tenía mucho dolor,
aquellos que fuisteis
todos y tantos, compañeros, 
la tarde de los versos más tristes
jamás escritos.

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