martes, 28 de mayo de 2013


EL AUTÉNTICO NOVIO DE LA MUERTE

Donde quiebre los oídos el llanto
de un niño que no cese,
donde sin morir nunca y sin descanso,
una vieja agonice y arda en llamas
de manera infinita y permanente,
donde el mar sea la saliva
de un tuberculoso impenitente
y la espuma de las olas los esputos con sangre
de una ramera y un libertino 
sifilíticos en un coito ruidoso y estertórico,
doloroso, anorgásmico, definitivo,
asesino, vomitivo, sudoroso, maloliente,
incesante y para siempre;
donde yazca un cuervo muerto, podrido,
festejado por gusanos de boca negra,
blancos, gordos y relucientes,
donde sólo habite el olvido solo,
pero el atormentado, tormentoso y nauseabundo,
el más triste, yermo, desabrido y desalmado,
el más presente y ausente, pero no el de Bécquer;
donde haya siempre una mujer herida,
despechada, tristísima, lujuriosa,
rencorosa y vengativa,
muerta de deseo, pecado, dolor,
una bruja solitaria, malvada y depravada,
esperando yacente, boca arriba
a un borracho sádico, misógino,
blasfemo, empapado en sudor y pestilente…
para devorarlo vivo cada vez
que él se enhieste, y vomitarlo de nuevo
en un círculo cíclico y perenne…
ahí estará mi cadáver, mi tumba,
mi nicho, mi féretro, mi panteón,
mi deseado y definitivo nido
de plumas negras
y mi mansión desnuda,
sucia de espíritus oscuros
con colas y cuernos de Luzbel,
vociferantes, fanáticos, febriles,
obcecados, hambrientos del mal
y de clavar sus tridentes, crudelísimos,
frenéticos y omnipotentes…
ahí estará mi mausoleo,
adornado con cuadros de van Gogh,
pinturas negras de Goya y Lucientes,
y una lápida teniendo como epitafio esta poesía,
rubricada con autógrafos de Baudelaire,
Lovecraft, Alan Poe, Mesalina
y Madame Claude, y oscuras rojas
manchas de sangre hirvientes y feas,
destilando vapores y humo
irrespirables, cenagosos,
risueños, eternos y decadentes,
en decadencia sin fin,
en crisis terca y para siempre.
Y este, el mayor rebelde cósmico
con causas omnipotentes,
las noches de lunas nueva
escribirá poesías acompañado
por el violín de Paganini
y cantadas por Vincent Price,
como apología, tributo y homenaje
a la nada, al vacío, al no ser,
al final, a la negación ilusa y frustrada
de la tan temida por unos,
y deseada por este ángel caído
novio enamorado y rendido
venerada, adorada, anhelada,
divina, y esperada bellísima fiesta
de esa dama desolada que es
la MUERTE...
¡MUERTE, MUERTE, MUERTE!


No hay comentarios:

Publicar un comentario