lunes, 27 de mayo de 2013

SABINA NO TIENE TAMAR

    NUESTRA CANCIÓN

Vivo justo en el centro de ti,
no recuerdo nada de lo vivido,
tu presente es mi presente de piedra encendida;
te quito con arte el vestido...
te invito a beber mi champán.
Dejo ardiendo tu lengua en mi boca,
apuro tu saliva de un sorbo;
acertó quién al ver construir y entrelazar
con nuestros cuerpos el templo del  morbo
dijo al verme ocupar completamente
el centro sediento e hirviente
de tu sagrado, rojo y selvático lugar:
“Peor para el sol (fue Sabina),
que se acuesta a las siete en la cuna del mar a roncar,”
mientras tu macho español
te levanta tu falda despacito
y luego te la arranca de un tirón.
Hemos llegado a tu puerta, 
nos buscamos como dos gatos hambrientos en celo,
un piso antes del último cielo
se desboca toda nuestra pasión...
nos sirve para el primer beso ardiendo
todo nuestro calor...
No está faltando ni el desfile sin  moda 
de tu carne interior.
En nuestro corazón
no hay nada prohibido,
del pasado sólo queda el olvido,
pero tienes que quedarte para siempre
te es muy fácil olvidar todo lo antes vivido...
en mi cama no hay caprichos que la  Diosa
Única del universo que eres tú no pueda tener.
“Peor para el sol...”
Es mejor, te pido que no hables,
no me gusta ya ninguna otra hembra,
me han traído hasta aquí
tu cerebro, tus curvas y tu corazón.
Y ahora, para qué más detalles,
besos, miradas, labios,
sonrisas penetrantes, nuestro amor 
y todos los excesos;
¡¿Cómo puede caber 
tanto licor blanco ardiendo
en el vaso loco e ilimitado
del tesoro que guardas
en lo más adentro posible
del  centro de tu cáliz derretido
que orada mi lanza incandescente
y que enciente nuestra cósmica pasión?!
Sigues en nuestro lecho la noche siguiente,
sin haberme salido de ti,
sin que haya final para nuestra hambre,
nuestra sed, nuestro amor, nuestro placer,
nuestra eterna presente satisfacción.
Despertamos al amanecer que continua,
sin haberme salido de ti,
con mi lengua húmeda y lanzante
dentro del calor receptor de tu oído
y te susurró con voz todavía más ardiente:
¡me moría de ganas, Tamar querida
de volver a penetrar exaltado
en el verdadero centro de tu yo,
 entreabriendo  y entrecerrando esa rosa,
loca flor de la demencia roja pasión,
enlazando con mi cuerpo
tu cuerpo en uno sólo, vívido
y omniemocional, implosionando
en una sola nuestras dos mentes,
de Diosa selvática y omnipotente,
que me consagra en Dios
en el centro del big-bang mencial,
logos, arjé, paz convulsionada
de un universo primogénito, insólito
y tan sólo imaginable por tus senos
escondidos entre mis manos,
por tu lengua, tu vientre, tu vagina,
tus labios omnipresentes en toda tu existencia
y nuestra mente divina plenipotencial,
sin mesura y definitiva,
mientras con tu aguasuave  lavas y recibes
y mezclas del interior de la génesis divina
y final el licor blanco-nieve
infinito e interminable
que inunda y repleta el vacío
de agujero azul del espacio infinito
que reinó por siempre hasta ahora,
y que en este momento transmutamos
en paz divina ingrávida y todo excitante,
rebosante de dicha infinita de dioses
con interminables borbotones masculinos
el  ying ilimitado que tu eres
en la eterna perfección definitiva
del todo absoluto sin faltas, carencias,
ni suspiros ni anhelos más que
el suspiro infinito del cielo sin suelo
que es nuestra concretada y satisfecha pasión!
La razón, la pasión, la verdad,
el todo, la conciencia única
de dicha eterna e infinita,
la mente y el cuerpo andróginos
unidos tan sólo en uno solo,
de esa realidad incompresiblemente indivisible
y disoluta en sí misma que somos tú y yo,
¡el concepto Dios!
Y así pues,
El verbo habló sin fin
toda la verdadera razón
y sin fin orgasmó,
detenido en un presente eterno…
que ahora bendice
 sin posible final
 nuestro infinito amor,
¡la concreción en nuestro orgasmo único
del concepto Dios!






            






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