sábado, 24 de julio de 2010

PEREGRINO DE AMOR. (CARTA PARA CONSUELO)

Piensa que soñé contigo
después de romperse mil sueños;
sabe que quizá no me queden
ya muchas fuerzas
para caer sobre las rocas del desamor
una vez más, desde el cielo.
Créeme si te digo,
créeme si te cuento,
que aquella noche tan agria,
un veintiocho de enero,
quemaba tanto la helada
en la cruz de un firmamento
sin estrellas,
que nací en el olvido
y viví en el silencio
de todos los que en mi vida
pasaron a mi lado,
y nunca me conocieron.
Fue muy pronto
(antes de todo lo que recuerdo),
que asombré, me vieron extraño
porque cuando acababan de arrojarme
al mundo que a mi manera te cuento,
ya tenía los ojos abiertos.
Quizás me sentí asombrado
al perder la paz del vientre materno,
y supe desde aquel momento
que nunca encontraría
esa paz que siempre anhelo,
o quizás muy tarde
(me lo dice la esperanza: el cascabel de los ciegos),
porque pude comprender
que era mucha mi hambre
para poder sentirme
alguna vez satisfecho, en un mundo,
donde el amor y la comprensión
a los buenos, los que caminan desnudos,
los que no conocen la mentira,
la envidia, los sinceros,
aquellos que somos como conejas
de parir buenos deseos,
sólo te lo pueden dar
los que llevan lo mismo dentro:
alguien que conozca amor
porque lo lleve en sus entrañas,
en su respiración, en su mirada,
en su latido, en cada momento.
Un día soñé contigo
porque te ví diferente del mundo
que tanto amo y desprecio,
y necesitaba soñar una vez más
para continuar viviendo.
Así, a pecho desnudo,
con el corazón abierto,
te hablo sin vergüenza y miedo
de mi miseria (el amor),
aunque la experiencia me diga
que sólo triunfan los listos,
que fracasan muchos buenos;
que ahora, como muchas veces,
me convendría el silencio,
que nos hablará el tiempo;
pero la persona que busco
no puede recelar de mis defectos,
y mi dignidad me impide
no decir todo lo que siento.

¡Ríete...!; cuando era niño
soñaba con ser perfecto.

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