domingo, 25 de julio de 2010

LUZ SOÑADORA.

Mis ojos se centraron en un mar iluminado,
un mar azul radiante, en un espejo
que emitía torrentes de luz;
inmensa claridad contrastaba
con las manchas de las rocas perdidas
en la lejanía;
aguas vivas que ocupaban mis pupilas
y rompían en espuma absorbían
mis sentidos;
un plano perfecto, formas en suave relieve,
himnos celestiales que brotaban
al abrirse las olas,
cristales transparentes que
nada ofrecían tras de sí,
porque no podía haber más belleza,
porque el infinito estaba allí.
La perfección de la imagen;
chorros de sensibilidad bullían en mí,
y una prueba irrevocable
de que la realidad de por sí
puede superar la más ambiciosa
de las imaginaciones.
La calma y la quietud,
el sol, la paz y la belleza
de un ángel de nácar,
se fueron deshaciendo a borbotones,
aquello que las palabras de un dios
no podrían describir,
aquello que calmó toda mi sed de poesía
no lo pude plasmar aquí;
y el alma de Dios se trocó
de luz soñadora en penumbra y oscuridad,
nubes deshicieron el encanto
de los increíbles paisajes Becquerianos,
y una puesta de sol me abandonó,
para dejarme de nuevo sólo...
hundido en mi mediocridad.

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